sábado, 19 de septiembre de 2015

Tipos madrileños I: El sereno, por Jackson Veyán








Vamos a iniciar una serie  de tipos madrileños retratados "a vuela pluma” por José Jackson Veyán , profesiones  que durante  el siglo XIX y comienzos del siglo XX  eran habituales de los madriles y hoy total o casi  desaparecidas , y que inundan la literatura y el teatro de la época . Evocamos en el recuerdo: el sereno, las castañeras, los aguadores, las modistillas, y como no el barquillero…Hoy empezamos por los todavía añorados “serenos”:










EL SERENO

Lechuza con farolillo:
mochuelo con gabán ruso:
búho con gorra de chapa
o murciélago con chuzo,
más que un ser humano es
un pajarraco nocturno.

Antes era observatorio,
aunque bastante confuso,
que pregonaba si el cielo
estaba claro u obscuro.

Reloj de repetición
que con grito campanudo
daba la hora por las calles,
y hasta daba los minutos;
pero el progreso, que en todo
se mete, lo dejó mudo,
y hoy es guardián del comercio
que ni aun así está seguro,
pues hay cacos muy serenos
en lo de andar al rebusco,
y con gran serenidad
dan al sereno un disgusto.

No todos son de Galicia,
pero gallegos hay muchos,
porque el oficio requiere
un carácter cachazudo,
y necesita de calma
mucho más que de discurso.

Él tiene del vecindario
formado el juicio más justo,
y sabe que las del dos
suelen recibir algunos
parientes del cuando en cuando,
y todos primos segundos.

Él sabe que a la del seis
suele acompañarla un viudo,
los impares, y un casado
los pares. Tiene dos turnos.

Él sabe que don Pepito,
que es un viejo verdi-rubio
en cuanto duerme a su esposa
se sale por esos mundos,
y vuelve  al amanecer
casi siempre dando tumbos.

Sabe que la del catorce
tiene el marido en consumos,
y cuando él está de guardia
le abre a un señor don Canuto,
que dice que va al tercero
y se mete en el segundo.

Él sabe que ha de dejar
entornado el treinta y uno,
porque hay unas señoritas
que dan clases de dibujo
y es claro que a todas horas
entran y salen alumnos.

Todo lo sabe el sereno,
y aunque viste paño burdo,
sabe distinguir de clases
y sabe ganarse un duro.

Desde las doce a las dos
no cesa nunca el tumulto,
y están las ochenta llaves
siempre en danza y siempre en uso.

A las tres llama en la tienda
de vinos de otro farruco,
que aunque está cerrada tiene
los parroquianos ocultos.

Allí se toma tres limpias
y como el invierno es crudo,
se acurruca en el portal,
y en menos de dos segundos,
aunque cantar le prohíben
roncando canta el Nabuco.

Como un gusano de luz
mal escondido en el surco,
allí termina la noche,
y antes que el sol rubicundo
vierta sus primero rayos,
se levanta taciturno;
apaga el farol; bosteza;
busca otra vez el refugio
 de la taberna; se atiza
dos del amilíco impuro,
se va derecho a su casa,
le da a su mujer el chuzo;
y cuando el mundo despierta
duerme para todo el mundo.

José Jackson Veyán
Libro de poemas ¡Allá va eso! 

1899



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