José Jackson Veyán |
En muchas ocasiones, los
seguidores del blog habréis oído que Jackson Veyán fue un representante del “género
chico”, del teatro por horas, sea de declamación o lírico,( por contraposición
al género grande , ya sea la obra teatral en tres actos o la Zarzuela), que
tuvo su momento del esplendor en la década de los 90 del siglo XIX . Son muchos
los libros que se encargan de definirnos que es el género chico, pero hoy
traigo a colación un artículo de Jackson Veyán recopilado en el libro “Prosa
Vil” ( hacia 1890) en el que nos da su propia
impresión sobre el tema.
“El Género Chico
Se impuso en el teatro y dividió al público en
cuatro secciones, a sesenta minutos por función. Como se ve, el género chico empezó dando la hora.
Travieso como todos los chicos, le
echó la zancadilla a su hermano mayor, y rodó por el suelo el arte grande, no sin que levantará de
cuando en cuando la cabeza, suspirando en un drama sus desventuras, o
resolviendo a su modo, en una alta comedia, el problema social más laberintico
y peliagudo.
Bastante tiene uno con resolver el problema de los garbanzos para meterse
en otras resoluciones, que después de todo le tienen al público sin cuidado.
A la tercera representación de un
drama o de una comedia aplaudida, no va
nadie a verlos, salvo rarísimas excepciones.
Y se comprende. Comer deprisa y
corriendo para llegar al teatro a la ocho y media en punto, y soportar tres o
cuatro horas de lágrimas y de sollozos sentado en una butaca , es muy molesto.
Bastante desazones tiene cada
quisque en el seno de su hogar, para
que tenga que apesadumbrarse con las falsas amarguras de seres imaginarios, y
le cueste el dinero encima.
Sobre todo los dramones de capa y espada, son los que andan más de capa caída.
Eso de ver relucir a cada momento
los vengadores aceros, impresiona mucho a un público recién vacunado.
¡Cómo que todavía le escuecen las
estocadas médicas!
El género chico, burlón y
desvergonzado, cómodo y barato, es lo que priva y privará por muchos años.
Primera y segunda hora, para los
matrimonios honrados, hijas de familia y señoras de peso.
Tercera y cuarta, para los viudos
sin hijos, estudiantes desaplicados y señoras ligeras. (1)
Es un género que tiene funciones
para todos los gustos a setenta y cinco
céntimos de peseta, si no es estreno, en cuyo caso las empresas suelen
vender a los revendedores y los
revendendores reventar al parroquiano, Dios y el gobernador mediante.
Respecto a lo que la moral
padezca por deficiencias del arte dramático, opino que es una solemne tontería.
El teatro no es ni ha sido nunca
la escuela de las costumbres.
Allí ninguno va aprender nada,
porque ninguno reconoce su vicio al verlo en escena, y todas las censuras
piensa que van dirigidas al que ocupa la butaca de al lado o el placo de
enfrente.
El teatro es una diversión honesta, siempre que no se apague
la luz eléctrica y las filas de butacas tengan la separación conveniente y los transeúntes no se enreden entre
piernas de los sentados.
Hay autores grandes que miran con cierta indiferencia a los autores chicos, peo no encuentro motivo
para ello.
D. Ramón de la Cruz,
desarrollando un pensamiento en las cuatro páginas de una sainete, es para mí
tan digno de estima como Bretón de los Herreros llenando páginas enteras para delinear
un asunto, acaso más trivial y reducido que el del sainete.
Asuntos para dramas se encuentran
en todas partes.
El marido que es engañado por su
mujer.
El albañil que se cae de un
andamio y deja cinco huerfanitos sin pan…
Encontrar notas cómicas y chistes
cultos es más difícil. Como que la tristeza abunda más que la alegría, y nos la
tropezamos en cada esquina.
No hay duda de que hoy se pide
más que ayer, y a la pieza o zarzuela en un acto, como constituye función, se
la exigen todas las condiciones de una obra grande.
La exposición, el nudo y el
desenlace están marcando los tres actos, y a cada uno se le puede dar lo suyo;
pero en un sólo acto es difícil bosquejar caracteres, desarrollar el plan y
buscar cuatro o cinco situaciones musicales, de las cuales deben repetirse dos
o tres por lo menos.
Casi todos los autores nacen llorando.
Quiero decir que casi todos se arrancan por lo jondo, y sus primeros pinitos son dramáticos.
Como que darle un disgusto al público
es la cosa más fácil del mundo.
Hago que le toque la lotería al
traidor, o meto preso al protagonista que es un horrado fabricante de quesos, y
ya tiene usted a los espectadores haciendo pucheros.
"¡Madre mía!...” ”¡Hijo de
mi corazón!”.
Esto lo dicen la dama y el galán
joven momentos antes de subir al cadalso, y no hay corazón que no se retuerza,
sobre todo si es un corazón paraíso
(2).
Del melodrama no hablemos.
Los graciosos se escriben solos.
Después de una situación de llantos y tribulaciones, la zanganada más necia
resulta un chiste.
Del género chico no condeno más
que eso que hemos dado en llamar Revistas
políticas o impolíticas, de cuyos delitos me arrepiento con toda mi alma.
¡Yo he hecho currelar y he sacado de titiriteros a Cánovas y Sagasta!
¡Yo también he metido a Castelar
en una jaula disfrazado de loro!
La familia y mis poco años
tuvieron la culpa de mis crímenes de la escena, pero conste que la obra en un acto no es tan fácil como algunos
se piesan.
En dos semanas me escribí yo un
drama en tras actos con quintillas nerviosas y muertes violentas, que pone los
pelos de punta.
Advierto a ustedes que no se lo
leo más que a mis enemigos, y me voy librando de ellos poco a poco.
La vida es corta y todo tiene que
ir achicándose.
Los artistas no son muy grandes,
las obras son chicas y los
empresarios también unos buenos chicos.
El género grande apenas puede sostenerse, y no cuenta con
media docena de compañías.
Aunque pese a muchos, el género chico sí que es un género que no pierde.
José Jackson Veyán
(1)
De esas funciones, la más famosa sin duda fue “la
cuarta del Apolo”.
(2)
En el argot teatral el paraíso o gallinero es el conjunto de gradas escalonadas en la
parte superior del teatro, que se corresponde a las entradas más baratas.
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