lunes, 17 de septiembre de 2012

José Jackson Veyán le declara la guerra al automóvil









Llega el progreso técnico y con él, el automóvil. José Jackson Veyán, le declara su peculiar  guerra a ese trasto infame.

El  25 de noviembre de 1899 en la revista Blanco y Negro y bajo  el titulo Guerra al Automóvil publica los siguientes versos:




¡Bendita la ciencia!
¡bendito el progreso!
¡mil veces bendita
la electricidad!
¿Pero el automóvil…?
¡No paso por eso,
ni yo estoy conforme
con la novedad!

La maquina nueva
me tiene indignado
no parece coche;
parece un vagón
que por esas calles
va descarrilando
repartiendo sustos
por la población.

Le falta el arranque;
le falta la vida;
le falta esa marcha
que no siempre es igual.
¡Le falta la fusta;
le falta la brida;
le falta la sangre
del noble animal!

El tranco que airoso
las calles pasea,
y que relinchando
sacude la crin;
el bruto que inquieto
el suelo golpea
y en chispas deshace
el duro adoquín.


El potro gallardo;
la jaca valiente
que esconde el hocico
mordiendo el pretal;
que para el agolpe
o arranca de frente
esclava del hombre
sumisa y leal.

La yegua  de sangre,
viva y juguetona
que va pregonando
su justo valor;
que no necesita
de escudo y corona
que canten los timbres
del duelo y señor.

¡El coche sin vida
o locomotora,
con la oculta fuerza
que impulso le da,
es, más que bien que coche,
apisonadora
que el movido suelo
asentado va.

Es un impedido
que va fatigoso
sobre cuatro ruedas
andando sin pies
¡Guerra al automóvil
triste y silencioso,
y viva el inquieto
Potro cordobés!
JOSE JACKSON VEYAN



Pasan los años, y los automóviles proliferan por las calles de Madrid, pero siguen sin ser del gusto de José Jackson Veyán que el 25 de febrero de 1905 publica una carta abierta dirigida al entonces Alcalde de Madrid (Gonzalo de Figueroa y Torres, conde de Mejorada del Campo), también en la Revista Blanco y Negro








CARTA ABIERTA

Ilustre gobernador
de esta coronada villa:
El que suscribe, autor cómico
y cabeza de familia
(más cabeza que escritor,
según el padrón indica),
a vuecencia con el peso
enorme de la justicia
dirige en verso esta carta,
por más que vuecencia diga
que no le gusta le vayan
con romances ni con silvas.
  
 No me quejo de los cables
suspensos sobre la vía,
que tienen al transeúnte
en una alarma continua.

 No me asusto del cangrejo
(me refiero a los tranvías
encarnados, no al couplet
de esa zarzuela maldita
que ha dado tantos disgusto
a vuecencia y compañía).

 Me quejo del automóvil
que circula echando chispas,
con una velocidades
que considero excesivas.
  
 A mi me ataca los nervios
el toque de la bocina,
y si lleva pito el chaufer
y a silbidos nos visa,
entonces me asusto más,
porque me creo enseguida
que estreno en cualquier teatro
alguna zarzuela mínima
de esas que a mi me patean
los morenos y la critica.

 Ese coche sin caballos
me saca de mis casillas,
y declaro francamente
que en cuanto huelo a bencina
y oigo que me avisa el chaufer
después de echárseme encima,
siento un deseo muy grande
de administrarme justicia.

  Sé que hay orden de que vayan
como una caballería,
al trote, pero me consta
que tal orden no es cumplida,
porque el automóvil vuela,
y nuestros guardias caminan
a buen paso, pero ni uno
logró volar todavía.

  Por lo cual, el que suscribe,
con franqueza debida
a vuecencia expone que,
con esta fecha mismísima,
se echa al bolsillo un revolver
Smith…una monería,
calibre nueve, que alcanza
desde el Prado a las Delicias,
y que el día que me sople
al pasar la malaquita,
le pego al chaufer un tiro
y me presento enseguida
en el Gobierno Civil
con la conciencia tranquila
Y a disposición de la au-
toridad gubernativa.

 Tengo licencia de armas,
tengo buena puntería,
y cuando salgo a la calle
recomiendo a mi familia
que si no vuelvo me busquen
en el Este, hecho tortilla,
o en el Abanico, ( 1) con
un chaufericidio encima.

 Atocha, número cuatro,
tiene su casa y la mía,
y un seguro servidor
que será verdugo o victima
muy en breve, si vuecencia
no adopta urgentes medida
y ordena que el automóvil
modere sus demasías
y no pase nunca cerca
de este padre de familia,
ni me sople, porque yo
¡le soplo un tiro enseguida!

JOSÉ JACKSON VEYÁN.
Blanco y Negro 25 de febrero de 1905

(1), Cuando Jackson Veyán se habla del Este  se refiere a uno de los cementerios de Madrid y el Abanico era  como popularmente se conocía la cárcel Modelo de Madrid

Ahí os dejo unas imágenes antiguas de automóviles por las calles de Madrid


jueves, 13 de septiembre de 2012

Entrevista a Jackson Veyan. El Heraldo de Madrid 25/01/1902


José Jackson Veyán
   Hace ya 110 años, el Heraldo de Madrid  de 25 de enero de 1902 publicó en su apartado CURIOSIDADES TEATRALES un artículo del periodista F. Roig Bataller que bajo el titulo El calvario de los autores, hacía referencia a las penurias y dificultades de los autores  de la época que trataban de iniciarse en el mundo teatral y en el que incluye una interesantísima entrevista a José Jackson Veyán , que próximo a cumplir 50 años, y en la plenitud de su carrera teatral  nos ofrece  de primera mano información sobre  su vida en el teatro:



   “Antes existía en esta corte varios teatros, en los cuales se adquirían las obras de los principiantes a poco precio, y había en esto la ventaja de que le valía, si bien perdía el fruto de su propiedad, aprovechaba los lauros de sus méritos.
     Así empezaron muchísimos de nuestros grandes autores.

     Jackson Veyán, a quien interrogué sobre el particular, me contó su historia económica y artística, que es curiosa:
-En 1870, a los diecisiete años de edad, estrené mi primera obra en el teatro del Recreo, titulada La mujer demócrata. Yo tenía un padre que era autor, y que guio mis primeros pasos, que fueron afortunados.
     El mismo año estrené, con su ayuda, en La Infantil Guerra a las mujeres, disparate cómico que se hizo muchísimo.
-¡Le daba a usted por las mujeres, D. José!
-¡Siempre! Pero La mujer democrática no me valió más que cinco pesetas, y la Guerra, dos cincuenta céntimos…
     Pareciéndoles excesivos, sin duda, los derechos a D. Vicente (no recuerdo el apellido), empresario y cafetero al propio tiempo (las obritas se daban con café y algunas con tostada), me compró la propiedad del disparate por el primer año en su teatro en ocho duros, y me dio CINCO por el segundo.
     Con el producto de mi ignominia, como dice Pipó el Príncipe de Montecresta, me compré un reloj de plata  que daba la hora, como el empresario susodicho.
-¿Y por qué no un hotelito?...
-Más tarde elevé mis vuelos y me lancé al drama comprimido y estrené en el Martín A las puertas del cielo, La Chaqueta parda y otros más que vendí a D. Alonso Gullón a veinticinco duros, un drama con otro.
     Por supuesto, después de cobrar las seis o siete representaciones a VEINTE REALES CADA UNA.
     Tome cierta importancia, y los dramitas Hijo de viuda, ¡Una limosna por Dios!, Vida por vida, así como las zarzuelas, que fueron de repertorio, Música del provenir, Una onza, El estilo es el hombre, Cascabeles y otras que no recuerdo, pero que pasan de veinte, las vendí a cincuenta duros cada una, antes estrenarse… Como se ve, iba prosperando en las ventas.
     Por Prueba de amor, estrenada en el Lara en el beneficio de Matilde Rodríguez, me dieron tres mil reales.
     Con Toros de puntas se decidió mi suerte.
     La obra se estrenó en el Eslava. Después de estar en ensayo, el maestro Rubio, que debía escribir la música, se excuso de hacerla, y me recomendó al pobre maestro Isidoro Hernández.
     La obra, aunque peligró bastante la noche del estreno, se hizo popular por el sangá sangá y las picarescas letras del tango (un morrongo del año 87), y no quise venderla por cinco mil reales. Quería seis mil.
     A los dos meses había cobrado mucho más de la propiedad de Eslava, y a la fecha lleva producido el libro más de ocho mil duros… que el maestro Rubio le regaló a su compañero Hernández ( q.e.p.d.).
     Desde esta obra no vendí nada, y Chateau Margaux, Los baturros, Los zangolotinos, De Madrid a Paris, ¡Al agua patos! (con perdón sea dicho), Primera medalla, La caza del oso, Las Zapatillas, y otras que no cito, me han producido trimestres de once mil pesetas para abajo.
     Los apuros de mi vida de autor han sido otros.
     Yo servía, como oficial de Telégrafos, las estaciones más próximas a Madrid, como Vicálvaro, Leganés, El Pardo y Arganda, y desde ellas me escapaba por las noches a presenciar mis estrenos. Y muchas veces al salir a escena veía en una butaca al jefe de la Central, mi inmediato superior, aplaudiendo como todos, moviendo la cabeza al mismo tiempo, como diciendo:
     -¡No te quiero conocer!
     Una de las veces al regreso de un estreno, me recibió el jefe, que, enterado de mi ausencia, y de mi triunfo, me felicitaba con una mano y con la otra me imponía un correctivo, pero dulce y paternal.
     No olvidare jamás este noble comportamiento de mis superiores, así como recordaré siempre aquel estreno al que fiaba la salvación de mi casa y la comida del día siguiente.
-Mira, Pepe -me dijo mi mujer-: no dejes de pedir dinero a cuenta de la obra, porque ya sabes como estamos.
     Y en efecto, con las emociones y las alegrías del triunfo me retiré sin acordarme del encarguito.
     Lo realicé por la mañana de prisa y corriendo, por que había llegado la hora de la prosa.
     -¿Tiene usted horas fijas para trabajar?
-Si, señor, no escribo más que tres horas al día, por la mañana temprano casi siempre, y tardo de cuatro a cinco días en cada obrita en un acto. No suelo corregir nada, y de ahí los ripio que coloco como relleno, y que quedan por falta de pulimento en la versificación… Eso sí, me las arreglo como puedo sin arreglos del francés, y lo que estreno es malo, pero es mío.
-Y da dinero; si señor.
-Como autor, puede decirse, que no he tenido más calvario que el de trabajar mucho y cobrar poco al principio. Pero no lo tuve por que mis obras se estrenaron sin dificultad, por ser el hijo de un autor y primer actor conocido, amigo y compañero de todos los directores de teatro de Madrid.

    Tampoco espero los desengaños tristísimos del autor viejo, por que sigo en Telégrafos y a los sesenta y cinco años podré jubilarme con 30.000 realitos… Esa es mi obra.
-¡Meritísima! Hay que llamarle a usted a escena.
     -Lo que más me ha costado es acostumbrar al público a mi apellido y lograr que lo pronuncien bien. Pero lo he logrado también.
     -En efecto. Es de los que suenan más."

F. Roig Bataller

P.D. La foto que incluyó de José Jackson Veyan  ( creo que es de 1904 por la referencia a la obra  La Venta de Don Quijote de Carlos Fernandez-Shaw estrenada ese año) la he obtenido de la Fundación Juan March. Fernández Shaw, Carlos. Archivo de Carlos Fernández Shaw [en línea]. Madrid: Fundación Juan March, 2011. [Consulta: (05/05/2012)]. Disponible en Web: http://www.march.es/bibliotecas/legados/cfs/

Como curiosidad he de señalar  que una de las biznietas de Carlos Fernández-Shaw  al que Jackson Veyán dedica la foto es gran amiga de mi hermana Macu y mía .

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Jackson Veyán, el Conde de Romanones y "La cuestión perruna"



Conde de Romanones
A comienzos de 1894 , el entonces recién nombrado alcalde de Madrid, D. Álvaro Figueroa y Torres , primer Conde de Romanones, anunció la aprobación de un nuevo Bando municipal, que levantó mucha polémica entre los ciudadanos madrileños. Así diarios como  el "Epoca" del 26 de marzo de 1894 y "El Siglo Futuro" de 27 de marzo de 1894, publicaron la siguiente advertencia:
" A los dueños de perros
El nuevo alcalde Madrid, señor Conde de Romanones, ha dispuesto que dentro de algunos días se publique un bando, advirtiendo a los propietarios de las diferentes clases de canes que existen, que a partir de los diez días de la publicación de dicho bando, a todo perro que se encuentre en la vía publica sin bozal se le propinará sin contemplación de ningún género, la venéfica ( así en el original) morcilla".
El 7 de abril de 1894, se aprueba el bando municipal que se publica  en el Diario Oficial de Avisos de Madrid  al día siguiente, en el  que se hace saber que autorizada la Alcadía Presidencia para establecer el servicio de recogida de perros , se recuerda a los dueños de perros que tienen la obligación precisa de declarar mediante declaración jurada los que les pertenezcan a fin de matricularlos en el departamento correspondiente del Ayuntamiento  , entregándoselos a los dueños  la correspondiente chapa que se colocará en el collar del perro. Así mismo en el bando se señala que todos los perros deberán de llevar bozal o  ser conducidos por sus dueños  con cadena o cordón ( mastines y perros de presa en todo caso deberán llevar bozal y cadena). Los perros que se encuentre en la vía publica si cumplir estos requisitos o careciendo de medalla será trasladados a un depósito de donde los podría reclamar el dueño previo pago de la correspondiente multa, que ascendía a la cantidad de 10 pesetas si iban sin bozal o cadena y de 20 pesetas si carecían de medalla. A los tres días el perro podría ser enajenado (vendido) sin que pudiese  el dueño reclamar  . Si no eran reclamados o vendidos , a partir de esa fecha  podía los servicios municipales disponer libremente de ellos "procediendo a la asfixia de los mismos" ( a eso se referían con la "venéfica morcilla" ).
Tras la publicación del bando,  en la  prensa se recogen voces a favor y en contra del bando municipal. Destaca el artículo que bajo el titulo LOS SECUESTRADORES MUNICIPALES CUESTIÓN PERRUNA, se publica en el diario "El Día" de 31 de julio de 1894, y que reproduzco ( ¡Que poco cambian las cosas!)

"No hay necesidad de repetir que los laceros  son secuestradores apoyados por los agentes del Ayuntamiento. ...El lacero, que aun siendo funcionario ínfimo no debe prescindir del cumplimiento de las disposiciones vigentes, se burla del bando del alcalde, y fortalecido por la protección de éste, que le rodea de tres o cuatro auxiliares armados, se apodera de la cosa ajena hasta en los mismo portales de las casas, aun arrebatando a veces la presa de manos de criados o sirvientes, sin importarle ¡claro esta! las protestas de los que piden que su propiedad sea respetada.
Eso la sabe bien el publico, impulsado en ocasiones y en las mismas calles a tomar la justicia por su mano castigando las demasías de los laceros, que suelen robar los perros conducidos por mujeres o ....no será extraño al cabo  cuantos tengan perro y quieran sacarlos a la calle después de estudiar el bando del alcalde se provean de garrotes o armas para que no queden impunes y sancionados por la autoridad lo secuestros que a diario se cometen a multitud de personas cuyos dueños cumplen lo dispuesto por el alcalde. La recogida de perros se decreta en todas partes para los callejeros y sin dueño; aquí, para que los laceros roben los pertenecientes lo vecinos....
Pues sucedió que en la mañana de ayer, media hora después del secuestro cometido junto al portal y sobre la acera de la casa donde vive el dueño, que éste se dirigió al Ayuntamiento, donde le dejaron que  a las ocho se abría la oficina correspondiere. A seguida leyó un letrero que casi al pie de las escalera hay dando conocimiento al público de que los interesados pueden preguntar en los negociados de una a tres de la tarde.
Perplejo ante esta contradicción respecto de las horas, interrogó a un guardia, quien mirándole compasivamente le advirtió que en efecto, la hora de oficina era a las ocho de la mañana, pero no la de entrada de los empleados, los cuales llegaban mucho más tarde.
Decidió esperar la persona a quien aludimos, y lo hizo en el mismo patio del Ayuntamiento, donde existe un negociado de ingresos. En la parte exterior había siete guardias, uno leyendo el periódico, los otros fumando y hablando de política y ofreciendo todos ellos un cuadro que ya quisieran para sus obras nuestros autores cómicos de Apolo y Lara .
Ningún oficial, ni siquiera escribiente, se presentó hasta las nueve menos minutos, hora en que estaba casi lleno aquel sitio por interesar a negocios propios y del Ayuntamiento, y delante de cuyas personas un guardia hizo varias operaciones de aseo, como el abrocharse los pantalones o sujetarlos con una correa, lo mismo que si estuviera en su casa y en su cuarto dormitorio.
Y cerca de la taquilla en la que se satisface las multas impuestas o reales infracciones del bando del alcalde, en aquel lugar, tan publico como la calle, había un perro sin medalla, bozal, cadena ni cordón, gozando de las ventajas e inmunidades y privilegios de pertenecer a un empleado de la Villa. Hasta tratándose de perros se hace odioso el Ayuntamiento, por las desigualdades de procedimiento.
Transcurridos tres cuartos de hora desde la oficial de entrada hasta la aparición de un escribiente, el cual, después de recoger el papel de multas ( 10 pesetas) que había de satisfacer el interesado, dijo a éste con mucha cortesía , que si tenia que dar una vuelta podía hacerlo sin inconveniente, porque el despacho del negocio que allí le había llevado no era inmediato. ¡Válgame Dios, cuán grave es y cuán entretenido escribir un volante para que se proceda  a la devolución de un perro!, ¡Que materia y tarea tan ardua éstas de los empleados municipales!. Transcurrió media hora, y llegó el oficial encargado de expedir los volantes, y a fin quedó firmado el que debía presentarse en el depósito para la devolución del perro, que , dicho sea de paso, ofrecía evidentes señales de malos tratamientos.
Si para despachar un asunto como éste hay necesidad de perder hora y media, calcule los lectores que será en los demás casos, y en aquellos, sobre todo, en que haya intereses de importancia ¡Que vergüenza!. 
Caricatura de Jackson Veyan firmada por Cilla



 En esta "cuestión perruna" tomó parte  Jackson Veyán , y no en defensa del bando municipal ni de los dueños , sino de los perros, publicando  los siguientes versos  en la revista "La Gran Vía " de Madrid:




 
 Los hay de malicia llenos
y de condición gruñona,
y los hay nobles y buenos.
El perro es un persona
sobre poco más o menos.
-
Hay perro fino y cortés
que casi ladra en francés,
y que no muerde jamás.
¡Perro que anda a cuatro pies
por modestia nada más!
-
¿Qué rabian de cuando en cuando?...
¿Y eso justifica el bando
más infame que leí?...,
¡Pues si hoy anda por ahí
media humanidad rabiando!
-
La medida criminal
adóptese en general
por la coronada villa,
y al que rabie, sin bozal,
que se le dé la morcilla.
-
¡Cuánto critico incipiente,
que rabiando clava el diente,
y cuánta suegra danesa,
Y cuanto editor de presa
morirían felizmente!
-
¿Qué daño puede hacer
los pobres perros?....Morder.
Pues, cobarde y a traición,
¿Qué hace una falsa mujer?....
¡mordernos el corazón!
-
Hay madre sobre la tierra
que, sin que el llanto la ciegue,
en la Inclusa a un hijo encierra.
¡No hay en el mundo una perra
que de ser madre reniegue!
-
¿Iguales en condición
perros y hombres?....¡Torpe yerro!
¡Retiro mi afirmación,
Y que me perdone el perro
tan mala comparación!
-

¿Llamar instinto al saber?....
¡vergonzosa hipocresía!
¡Yo he llegado a conocer
perro que debiera ser
doctor en filosofía!
-
Un músico de talento
y justa reputación,
que entre mis amigos cuento,
tenia un perro pachón
critico de nacimiento.
-

Si acabada una lectura
Turco el rabo meneaba,
la victoria era segura.
¡Cuando el perro nos ladraba
adiós libro y partitura!
-
Llegó el pobre a adivinar
y, en su misión siempre alerta,
Hubo día que al llamar
no me dejaba pasar
con mi libro de la puerta.
-
Por sublime intuición
del libreto protestaba,
Y, al llegar la ejecución,
El público la gritaba
¡Turco tenia razón!
-
Yo, del buen maestro , apelo
Hoy al testimonio fiel.
su apellido no revelo.
diré que el nombre es Manuel,
Y que es nieto….de su abuelo.
-
Quien de mí llegare a dudar
a él puede preguntar
el perro es más que parece,
Y le debemos tratar
como en justicia merece.
-
Por el destino humillados
con el hombre comparados
son más fieles y más duchos
los perros sabios, son muchos
los hombres sabios contados.
-
¡La fortuna loca es,
y por eso, lector, ves
que  en estos mundos de Dios
hay sabios a cuatro patas
como hay borricos en dos!

José JACKSON VEYAN