lunes, 30 de abril de 2012

COLEGIO DE LOS ESCOLAPIOS DE GETAFE




Leo hoy, en la edición impresa del diario ABC, un artículo dedicado al Colegio de la Inmaculada, Escuelas Pías de  Getafe que cumple 275 años; y viene a mi memoria  unos versos publicados el 8 de marzo de 1891 en la Ilustración Española y Americana,   que Jackson Veyán, cuyos hijos  eran alumnos  del colegio ( imagino por el año que Arturo y Pepe) , dedica al Padre Rector  Pompilio Díaz y que paso a reproducir





EPÍSTOLA.

A MI C A R I Ñ O S O A M I G O  E L  R. P . D .  P O M P I L I O D Í A Z,

RECTOR DEL COLEGIO DE ESCOLAPIOS DE GETAFE.


Debo una carta y quiero que se cobre:
En cuanto quedo en paz, feliz me encuentro.
Para mis hijos guardo un beso dentro ....
¡Que no se escape al desgarrar el sobre!

Hora es ya de que un vate trasnochado
Al sabio ilustre contestar se digne.
¡Paz y salud al Escolapio insigne!
¡Gloria y honor al orador sagrado!

¿Ilustrar con su ciencia incomparable
Á esa chiquillería revoltosa?
¡Esa es la caridad más generosa!
¡Esa es ya la virtud más envidiable!

Convertir en un hombre el débil niño;
Darle leyes humanas y divinas,
Sin palmetas ni duras disciplinas,
¡Con la sola influencia del cariño!

¡Eso es servir á Dios! Pasar la vida
Al humano progreso consagrado,
Siempre de la inocencia rodeado,
Siempre con la ignorancia en lid reñida.

No extraño que mis hijos le veneren.
Por afecto á los libros se sujetan.
Obedeciendo, prueban que respetan:
Besándole, demuestran que le quieren.

Beso inocente que mis penas calma
Y en el que toda mi esperanza fío:
Si al verme ayer, gritaron: «; Padre mío!»
Dicen al veros hoy: «¡Padre del alma!»

Y cuando sufro sed abrasadora
De sus caricias, sin temor me digo:
«Tienen allí los brazos de un amigo;
¡ Hay otro padre allí, que los adora!»

¡Elevada misión la de la Ciencia
Y santo ejemplo el de la fe bendita!
¡Al cerebro llevar la luz finita,
Y darle eterna luz á la conciencia!

Llevar de la razón al santuario
De la fíSica ley la clara historia.
¡Llevar al alma el resplandor de gloria
Que alambró la epopeya del Calvario!

Donde el saber acaba, Dios empieza:
La materia en espíritu se muda.
¡Qué triste sabio el que, sabiendo, duda!
¡Feliz el sabio que, sabiendo, reza!

¡Salud, noble Rector y amante amigo
De esos pequeños que á la ciencia guía!
¡Dar mis hijos es dar el alma mía,
Y el dulce instante en que os los di bendigo!
Febrero 1891.


JOSÉ JACKSON VEYAN.

lunes, 23 de abril de 2012

DE ACTUALIDAD




Nos suben los consumos
y la contribución,
las patatas, los tomates,
los pepinos, la leche y el jamón.
Si así vamos subiendo
nos vamos a asfixiar,
solo falta que nos suban
los faldones del gabán.
¡Que le dén, que le dén
pan y queso
al que aprueba
 todo eso!
¡Que le dén, que le dén, que le dén!
Ustedes son muy listos 
y ya saben a quién.
-
Mi casero ayer tarde
me dijo muy cortés
que me va a subir la casa
desde primeros de mes.
Y yo que no la pago
desde que venció Ábril,
la verdá que no me explico
pa qué me la  va á subir"

 Los couplets de "La Borracha" , libreto de Jose Jackson Veyán y José López Silva, música del maestro Federico Chueca. Estrenada en el teatro Moderno la noche de 10 de octubre de 1904.

miércoles, 18 de abril de 2012

LA ESPADA DE HONOR


La Espada de Honor.
En la noche del  9  de julio de 1892  en el Teatro del Príncipe Alfonso, se estrenó  “La Espada de Honor”, maniobra cómico-lírica militar en un acto y cuatro cuadros; libro de José Jackson Veyán y música del maestro Cereceda. 
Aunque no es una obra  sobre la que se suela escribir mucho,  fue  en su día un gran espectáculo, que alcanzó gran éxito  en Madrid, llegando al extraordinario número  de 300 representaciones, y posterior gira, que la llevó por todos los teatros del país.

PERSONAJES:
José Jackson Veyán: Autor del libreto.
Guillermo Cereceda: Empresario- autor de la música. Natural de Toledo, nació el 10 de febrero de 1844, falleció en Madrid el 24 de octubre de 1919. Cereceda muy  conocido en su época fue compositor, director de orquesta y empresario. José Deleito y Piñuela en “Origen y Apogeo del Genero Chico” lo describe del siguiente modo: “Uno de los hombres de teatro que metió más ruido en el Madrid finisecular, fue don Guillermo Cereceda. Él era, en una pieza, empresario, director de compañía, director de orquesta y compositor de música. Como empresario, en popular, sólo Felipe Ducazcal le aventajó.(…), y el género que Cereceda cultivaba preferentemente-opereta, zarzuela y revistas de espectáculo-solía ser ruidoso o por el escándalo que producían… la gran cantidad de trompas, tambores, cornetas, y demás instrumentos altisonantes movilizados por la batuta en la orquesta o en el escenario, en charangas, pasodoble y marciales desfiles. Por  lo mismo que sus obras eran de aparato, costosas de poner en escena, y necesitadas de auditorios que pudieran costear su montaje, actuaba con preferencia en espacios coliseos.”.



 Jorge Busato: Escenógrafo reconocido, que para la ocasión creo tres decoraciones formidables que levantaron la admiración de público y crítica, creando un efecto de profundidad que requería  la función. Estas tres escenas reproducían: las afueras toledanas;  el campamento de Alijares  en plenas maniobras bélicas por alumnos de la Escuela Militar de Toledo; y un fuerte con bandera española.

Teatro del Príncipe Alfonso: Uno de los teatros de “verano” de Madrid, si bien a diferencia de otros teatros veraniegos, aquél era de más firme y de solida construcción. Se encontraba sito en el Paseo de Recoletos sobre unos terrenos que habían pertenecido al Monasterio de las Salesas Reales- a la altura de los actuales nº 33 a 37 -y se había construido por Simón Rivas siguiendo el ejemplo del Circo de los Campos Elíseos de Paris aunque  aventajando a éste  en magnitud y ornato, como señala Deleito y Piñuela.

Con la excusa de las maniobras militares de los alumnos de la Escuela Militar, Cereceda, coloca en el escenario a unas 120 mujeres vestidas de soldados-alumnos.  Unos meses antes se había  dirigido a Jackson Veyán para proponerle  el asunto, realizando Jackson un libreto ligero, con chistes fáciles que  hicieron las delicias del público; el  espectáculo estaba servido. Cuentan las crónicas de la época, que los ensayos de la obra  se dilataron 9 meses, lo que era un tiempo significativo, dada la rapidez con que se sucedían las obras en el llamado teatro por horas,  y así Deleito y Piñuela señala  que se reclutó el personal del “bello sexo” con cuidado de que fuese lo más “bello” posible, no sólo reforzando el cuerpo de coros, sino contratando buen número de comparsas (el critico del diario “El Día” en la crítica del estreno el 10/07/1892 se refiere a que Cereceda emplea el concurso “de más de cien  coristas, más o menos cigarreras”), ello llevaría a que los alrededores del teatro y del escenario estuviesen habitualmente visitados por jóvenes  en busca de lo que podían encontrar :“Aun siendo grande el escenario del Príncipe Alfonso, no se podía dar un paso por él ni por sus inmediaciones cuando se representaba La espada de honor ; y, si nunca tuvo demasiada buena fama el personal femenino subalterno de aquella compañía, tal acarreo extraordinario llevó allí a innumerables mujeres equívocas, que arrastraron tras sí considerable numero de “moscones”, cortejos y amigos de todos los colores y clases. El teatro se convirtió en un arrabal de “Citerea”, y no ya en los cuartos, sino entre bastidores, eran frecuentes “espectáculos” más vivos y movidos que en escena , obligando a huir de allí a quien no quería participar en ellos”. 
La Ilustracion Nacional 26/07/1892
 
Tuvo Cereceda que contratar a un capitán instructor  que se dedicó a instruir a las muchachas que debían de desfilar de forma marcial  a toque de corneta, y que lo hicieron singularmente bien, como se destacaba por la critica, y además posteriormente al desfile  representar el ataque y defensa del fuerte (descargas cerradas desde dentro y fuera, organización de los asaltantes en escuadras y secciones, presentación de dos piezas de artillería con sus artilleros, disparos (rodilla en tierra). El critico del “Heraldo de Madrid”, conocido como Abate Pirracas, azote de actores y autores, y  al que Jackson dedicó el libreto ( había sido militar y le ofrecía una espada), relata como habiendo asistido a los ensayos previos con tantas mujeres, aquellos se hacía difíciles para el  director de escena, pues las mujeres se dispersaban por todo el teatro, patio, balcones… y hacían caso omiso a las llamadas hasta que  se ordenaba un toque de cornetas y allí acudían raudas a ponerse en formación.  Pero no sólo no escatimó Cereceda, el empresario,  en medio personales, además del coro compuesto por aproximadamente 100 mujeres existía una banda de cornetas, integrada así mismo por mujeres, una banda militar, y llegaba a entrar en el escenario  la caballería  en forma de varios equinos que en alguna ocasión como veremos más tarde motivaron alguna anécdota;  se decía por algún critico que llegó a invertir 9.000 duros de la época, y se alabó unánimemente  el vestuario: los uniformes por su preciosismo y calidad y las armas hechas ex profeso para el tamaño de las soldado. ”Pepe Jackson  ha querido dar ocasión y motivo a Cereceda para que pruebe algo que tiene sobradamente justificado: sus buenas dotes de compositor y su gran habilidad como instructor de reclutas. Imponer a un crecido numero de éstas del coro y á no pocos figurantes, la autoridad necesaria para que observen el orden y la compostura que se exige en las filas del ejercito, alcanzar a que aprendan a la perfección el “manejo del arma” y marchen con marcialidad, poseídas de su papel, y hagan fuego con sus preciosos fusiles, es obra de romano”. ( El Heraldo de Madrid 10/07/1892).
“Advertimos á los que no hubiesen visto un simulacro militar, que puede apreciarlo en todos sus detalles en el Príncipe Alfonso con la ventaja de que no ofrece peligro, pues  ni hay disparos ni descargas, los primeros son con sordina y éstas últimas eléctricas. La pólvora es de la últimamente descubierta, sin humo, como cerillas de Cascante y las balas del sistema perfeccionado… de chocolate”( El Día 10/07/1892).
 “Desde que se levanta el telón y escucha el publico la alegre introducción y la chispeante primera parte del libreto empezaron a aplaudir y la hilaridad, que sin esfuerzo promueve Jackson en los animados diálogos del primer cuadro “Paz y Guerra” (Diario de Córdoba , diciembre de 1892)
“…el entusiasmo del público rayó en delirio. El desfile de fuerzas, en que figuran todas las armas, con elegantes uniformes, material y equipo y armamento exacto y además a los acordes de una banda militar y la carga con banda de cornetas formada por señoras del coro, produjo un efecto grandioso y deslumbrador, haciendo proferir al público en atronadores aplausos. La representación termina con la toma de la bandera y del reducto obteniendo un alumno la Espada de honor. Al final el Sr. Jackson y el maestro Cereceda, que ha escrito una música inspiradora, graciosa y en extremo brillante fueron llamados infinidad de veces al palco escénico (Ilustración Nacional 16/07/1892).
Tal es el éxito de la obra, que de las cuatro funciones diarias del teatro, en dos de ellas la segunda y la cuarta se representa la Espada de Honor, y el  “todo “ Madrid  acude al Príncipe Alfonso; y así aunque en los periódicos se anuncia que la Infanta Isabel ( conocida popularmente en Madrid como “La Chata” ) acudirá al teatro, finalmente lo hace el 13 de julio de 1892 acompañada de Su Majestad la Reina “permaneciendo en el palco regio desde el principio de la segunda función hasta que terminó la cuarta, de manera que presenciaron las dos representaciones de la Espada de Honor. En una y otra las reales personas aplaudieron las maniobras militares del improvisado batallón de alumnos o alumnas.
En el teatro no había ni una localidad vacía en ninguna de las funciones, componiéndose el público de lo más selecto de la sociedad madrileña. La espada de Honor gusta cada vez más y esta dando grandes rendimientos a la empresa (Iberia 14/07/1892).


De las múltiples anécdotas que propició la obra, voy a destacar dos:   cuenta   “El reservista” de 20/06/1893 que encontrándose Cereceda  en Algeciras se le ocurrió ir a Gibraltar  a dar alguna representación  de la “Espada de Honor”: “llegó a aquella plaza de guerra, en poder de los ingleses y tuvo noticia el general gobernador de que en el barco en que iba la compañía iban también fusiles, cañones, espadas, sables etc. de guardarropía, por supuesto. El celoso militar inglés se negó rotundamente a que aquellas “armas” entraran en Gibraltar y cuando supo que el autor de La Espada de Honor es Jackson (apellido inglés) se desató en improperios contra los ingleses que escriben “cosas” para que entren armas en Gibraltar
Cereceda.-¿Pero por Dios!...
Gobernador.-No puede ser.
Cereceda:- Por estas muchachas tan bonitas que vienen conmigo ¿no lo hará usted?
Gobernador.-¡Ah!,¡Oh!, ¡Yes!, mi temer una invasión…”

Con ocasión de las representaciones de Sevilla, el actor que figura jefe del ejercito lleva tan obligado las riendas del caballo que monta que esté retrocede hasta unirse con los que montaban las coristas que figuran cadetes de caballería. Temiendo ser atropelladas las coristas de la banda de cornetas y alguno músicos de la banda militar buscan salvación tirándose del escenario al público, varias coristas caen  contra un atril o la barandilla que separa el foso de la orquesta lesionándose y también  el director de la banda militar  que cae sobre el bombo de la orquesta.

viernes, 13 de abril de 2012

INTIMIDADES DEL TEATRO



INTIMIDADES DEL TEATRO

Fot. Jackson Veyan

En el diario Heraldo de Madrid de 6 de julio de 1904 y bajo la rubrica Intimidades del Teatro, Enrique García Álvarez, nos cuenta una anécdota de la vida del teatro, en la que participan en propio escritor, José Jackson Veyan, los músicos Quinito Valverde y Torregrosa , y Carlos Arniches.

“Cincuenta reales y una grita

A los pocos meses de estrenarse La marcha de Cádiz en el teatro de Eslava, de esta corte, encontré una mañana discurriendo por la calle Sevilla con una descomunal pipa en la boca á mi querido amigo y compañero Pepe Jackson Veyán, quien al verme, y después de un cariñosísimo apretón de manos, díjome con voz campanuda y adoptado una postura gallarda:

-Mi buen García de Álvarez: mañana, si nada desusado cambia l natural orden de las cosas, se estrenarán en Guadalajara dos preciosidades de nuestro Teatro contemporáneo: La zapatillas y La marcha de Cádiz. Si sois gustoso de asistir al estreno de vuestra obra en dicha localidad, decidlo, y mañana, al rayar el alba, partiremos.

-¿Qué decís?-exclamé, echando un paso atrás y en el mismo tono caballeresco que.. el amigo de la pipa.

Jackson , por toda respuesta, deposito en mi mano un telegrama, en el que X esplendido empresario del teatro de Guadalajara por aquellas fechas, invitabale á que asistiera al estreno de su última producción, rogándole al propio tiempo que, en su nombre, hicieses extensiva la invitación á los autores de La marcha de Cádiz.

-Le advierto á usted-continuó Jackson que no hay que gastar un solo céntimo.

E imprimiendo ´su persona un movimiento voluptuoso, agregó:

-Desde hoy lo tenemos todo pagado.

-¡Dios mío!-murmuré-¿Será posible?

En aquel momento un golpecito dado cariñosamente en mi hombro derecho me hizo volver la cabeza.

Era un fotógrafo amigo, á quien debía un retrato en platino de cierta tiple que él me proporcionó, el retrato, no la tiple, desgraciadamente.

-Amigo Álvarez-dijo después de hacer una reverencia cuasi palaciega-: muy mucho le agradecería me pagase mañana sin falta aquella visita que usted sabe, porque…

-Este señor no puede hacer mañana visita á nadie, porque estará bastante lejos de aquí.

-Caballero: se trata de una fotografía que el señor es de deberme, y es muy justo que me la page.

-¡Ah! ¿Se trata de una deuda? Usted puede usted estar completamente tranquilo. Desde hoy, el Señor García Álvarez lo tiene todo pagado.

Y dicho este, agárrese Veyancete á mi brazo y echamos á andar calle arriba, dejando al fotógrafo aparentemente tranquilo.

A las cinco de la tarde del día siguiente llegamos á dicha capital, más alegres, que bandada de pajarillos en primavera, Jackson Veyán, Quinito Valverde, Torregrosa y un servidor, dirigiéndonos incontinenti al teatro, donde imaginamos nos esperaría el empresario al frente de sus hueste.

-Verán ustedes cómo nos reciben-decía Jackson, mientras caminábamos con cierta rapidez.

-¿Usted cree?...-balbuceó Quinito.

-Naturalmente; no por ustedes, sino por mí, que vengo a honrar el teatrillo ese.

-¡Caray! Pues muchas gracias-Concluyó Torregrosa, con una cara de vinagre que nos asustó á Quinito y á mi.

No bien anduvimos veinte pasos, cuando nuestro protector, parándose de repente delante de un farmacia, exclamo con alegría:

-Hombre, qué casualidad. Voy á compara bicarbonato, por si acaso.

Y penetro en el establecimiento, seguido de nosotros.

-¿Qué desean los señores?-preguntó atentísimo el mancebo, saliendo de la rebotica.

-Veinte céntimos de bicarbonato de soa.

-En seguida.

Y, efectivamente, en seguida depositó en la diestra del aplaudido autor un paquetito rosa, cuadricular, que ostentaba en su parte superior un sello rojo con unos caracteres en blanco.

Jackson, sacó una peseta de un preciosísimo bolsillo de plata, y echándola sobre el mostrador,

-Cobre-dijo con aire de superioridad.

-Esto no es nada caballero-exclamó el gallardo mancebo, devolviéndole la moneda.

Jackson Veyán se quedo tonto, y después de dar los cuatros, como es natural, las as expresivas gracias por la fineza, abandonamos el laboratorio.

-¿Lo en ustedes?-do Pepe-. Esto es que X, el empresario, ha dado orden en esta capital que no nos cobren nada.

En aquel momento un servido salió corriendo como alma que lleva el diablo.

-¡Eh! ¿Adónde vas?-gritaron asustados Quinito y Torregrosa, al verme correr de aquella manera.

-Ahora vengo; voy á encargarme un traje.

A las ocho y media en punto de la noche alzabase la cortina del bonito teatro de Guadalajara para dar lugar al estreno de la zarzuela de Jackson y Chueca, Las zapatilla, que, dicho sea en honor de la verdad, fue un verdadero triunfo para los autores y los artistas; triunfo que remató Jackson improvisando al final de la obra siete preciosas quintillas ensalzando la muy noble y leal ciudad de Guadalajara y las excelencias de los ( ilegible).

Yo , aturdido por el éxito de mi compañero, corrí al escenario, y después de abrazar efusivamente a la característica, confundiéndola con Jackson, comencé á dar ordenes para que no faltase en la escena ni el más mínimo detalle, pues cato seguido iba a verificarse el estreno de mi obra, y mi orgullo de autor no podía consentir que el éxito de ésta fuese, ni un pequeño punto, menor que el de aquella.

-¿Han traído el verde?-pregunté azorado á mi querido amigo Enrique Chicote, que era el primer actor y director de la compañía.

-Si, hombre; no te apures.

-¿Están preparados los huevos que tiene que batir Teodorico en su primera escena?

-También.

-¿Y el clarinete?¿Dónde está el clarinete que tiene que tocar dentro?

-Servidor de usted-contestó un sujeto alto, escuálido, de cuyo rostro destacabase unas descomunales gafas verdes, que vestía una americana que parecía un gabán y unos pantalones que parecían un americana.

-Muy bien. ¿Es usted el clarinete encargado de la melopea?.

-Sí, señor.

-¿Ha estudiado usted su particella?

-nNo, señor; no he estudiado nada.

-¡Caramba, qué contratiempo! Bueno; ya sabrá usted que cuando avisen, tiene que tocar dentro un motivo cualquiera. Si es usted tan amable, hágame el obsequio de tocar una cosa bonita.

-Si le parece á usted, tocaré el espíritu gentil.

-No, de ninguna manera; eso s muy lento y yo necesito un tiempo mas vivace.

-Pues si me lo permite se lo tocaré en tiempo de pasodoble.

-Quite usted, hombre de Dios; entonces no van á conocer que es el espíritu gentil.

-Sí señor, por que yo me asomare por un caja y diré: “espíritu gentil, ejecutado en clarinete y en tiempo de pasodoble por el distinguido profesor Sr. Recañez”

-¡Ande usted y que lo zurzan!...¡Este hombre me va a matar el efecto de la situación cómica…Bueno, bueno; colóquese usted aquí y , cuando le avise el traspunte, toque usted lo que se le ocurra; pero sin anunciar nada.

……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….

Por fin alzosé la cortina en medio de un silencio sepulcral, y comenzó la representación.

Yo maquinalmente, empecé á retorcerme las guías del bigote y á tirar de ellas como si fueran de un amigo.

Siempre que estreno me sucede lo propio.

Así que me va quedando el pobre, que parece que los he comprado a plazos.

………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

El primer y segundo cuadro de la zarzuela pasaron sin ningún incidente digno de ser mencionado; pero, ¡ay! Que no sucedió lo mismo en el tercero.

La escena en que Pérez encierra en la despensa el clarinete, para que lo toque dentro mientras él, en escena, simula que lo hace, engañando con esa estratagema á un auditorio, se hizo tal como marca el ejemplar. El actor encargado del papel del clarinete hizo un mutis, avisando al individuo de las gafas verdes que estuviera preparado para tocar en cuando le avisase el traspunte.

El hombre acercó la boquilla del clarinete a los labios, y esperó.

Pero sin duda estaba de Dios que no tuviera esta escena lucimiento en Guadalajara, y llegado el momento en que el clarinete tenía que tocar, ni en vivo ni muerto precia por ninguna parte el traspunte.

Es costumbre, siempre que se representa dicha obra, que éste se coloque detrás de la puerta, para evitar que se abra cuando Pérez da la patada que sirve de señal, y , ¡es claro! Llego Chicote, dio un puntapié terrible a la puerta ., ésta se abrió violentamente, empujando con fuerza el clarinete, el cual se deslizó con rapidez pasmosa por la garganta del distinguido profesor, después de haberle hecho un verdadero destrozo en la dentadura.

Recañez lanzó un grito desgarrador.

En aquel critico momento llegué yo , y , sin darme cuenta de lo ocurrido, grité como un desesperado:

-Toque usted, por María Santísima, aunque sea el espíritu gentil.

Y revolviéndose como una fiera herida, al mismísimo tiempo que me daba con el clarinete en mitad de las narices, exclamó aquel hombre:

-Que toque su tatarabuelo.

Y escapó á correr, gritando como un loco:

-¡U medico!¡Que me traigan un médico!.

Un ruido ensordecedor se escucho en la sala.

Era el respetable publico, que viendo que no salía ningún personaje y ajeno á lo que ocurría entre bastidores, comenzó á dar bastonazos en el suelo, ni más ni menos que si tuviera el encargo expreso de (ilegible).

Yo caí desvanecido entre los brazos de una parquitina, bastante guapa, que me los tendió , dulcemente, al mismo tiempo que un bajo de coro me decía con cavernosa voz:

-Don Enrique no lo tome usted tan á pecho…que es mi señora.

...

Al día siguiente, camino de Madrid, nos decía Jackson, mullidamente arrellanado en un asiento de tercera clase la mismo tiempo que sacaba la cabeza de un pliego de papel barba, en el que paso tres cuartos de hora haciendo número.

-Tienen ustedes que darme cada unas doce pesetas cincuenta céntimos.

-¿Por qué?-exclamo lívido Torregrosa.

-Po los gastos de fonda.

-¿Pero no decía usted que lo teníamos todo pagado?-me permití recordarle.

-Eso creí yo-contestó Jackson, echando lumbre por los ojos-, porque nunca supuse que se cometiese por un empresario de provincias tamaña incorrección con cuatro jóvenes de nuestra importancia.

Al apearnos del tren en la estación de Mediodía encontramos á Arniches con su maletín en la mano.

-¿Dónde vas?-le preguntó Jackson.

-A estrenar Los descamisados á Guadalajara.

-¿Llevas mucho dinero?

-Pues…seis reales, porque me han dicho que allí lo tengo todo pagado.

Yo , al oír aquello, le agarré de un brazo, le conduje hasta un simón, y deje al cochero:

-Al escape; Génova, veintisiete.

Carlos Arniches me debe no conocer la cárcel de Guadalajara.”


Fot. E. García Alvarez y Carlos Arniches